«Contado por el maestro» [↑], de John Galsworthy (1867-1933), narra la peripecia de un niño soldado en la primera guerra mundial. Escrito en en 1925, el relato refleja la mirada compasiva y empática que caracteriza la obra del escritor.
Aunque contrario en un inicio a la guerra, Galsworthy aceptó participar, como los principales literatos del momento (con la excepción de Bernard Shaw), en el programa secreto creado en septiembre de 1914 por el gobierno británico para influir en la opinión pública nacional e internacional y contrarrestar la labor de las oficinas de propaganda alemana y austriaca.
Sin embargo, a diferencia de otros escritores como Rudyard Kipling y Arnold Bennett, que fomentaron el odio visceral al huno u ocultaron las crudas realidades del conflicto, Galsworthy centró sus esfuerzos en causas que hoy llamaríamos humanitarias: se entregó al cuidado de los heridos y la integración social de los mutilados de guerra, cedió su residencia en Londres a la Cruz Roja y la convirtió en un centro para soldados heridos, colaboró con diversas iniciativas oficiales, publicó artículos y relatos, participó en conferencias internacionales. Durante unos meses entre finales de 1916 y principios de 1917, trabajó como voluntario en un balneario reconvertido hospital para soldados franceses situado en Le Martouret, en las afueras de Die (al sudeste de Valence), el Hôpital Bénévole dirigido por su amiga Dorothy Allhusen.
Su esposa Ada Galsworthy, describe el lugar en sus memorias (Over the Hills and Far Away, 1937):
No tardamos en establecernos en nuestras habitaciones, una parte de una casita situada de forma perpendicular al edificio principal de un balneario de veraneo reconvertido en hospital de convalecencia para poilus, sobre todo para casos neurasténicos y reumáticos, aunque también teníamos, claro está, casos de heridos. Los poilus con los que nos encontramos eran, en su mayor parte, unos personajes muy interesantes: educados, inteligentes, en absoluto torpes o cohibidos al modo inglés; y, considerando lo que ya habían vivido, extraordinariamente alegres. Algunos venían de Verdún y allí volverían de nuevo; cuanto deseaban hacer mientras tanto era olvidarlo, en la medida en que lo permitía su estado físico.
Martouret hoy un núcleo de actividades veraniegas escolares y familiares, con mil oportunidades para el ocio rural: senderismo, espeleología, escalada, barranquismo, ciclismo de montaña, tirolinas…
En el cuento resuenan las notas de «Connais-tu le pays», un aria de Mignon de Thomas Ambroise que condensa el sentimiento de impotencia, la trágica melancolía y la sobrecogedora nostalgia transmitidas por las palabras del maestro. Teresa Berganza canta la canción aquí:
Su letra es ésta:
Connais-tu le pays où fleurit l’oranger?
Le pays des fruits d’or et des roses vermeilles,
Où la brise est plus douce et l’oiseau plus léger,
Où dans toute saison butinent les abeilles,
Où rayonne et sourit, comme un bienfait de Dieu,
Un éternel printemps sous un ciel toujours bleu!Hélas! Que ne puis-je te suivre
Vers ce rivage heureux d’où le sort m’exila!
C’est là! c’est là que je voudrais vivre,
Aimer, aimer et mourir!Connais-tu la maison où l’on m’attend là-bas?
La salle aux lambris d’or, où des hommes de marbre
M’appellent dans la nuit en me tendant les bras?
Et la cour où l’on danse à l’ombre d’un grand arbre?
Et le lac transparent où glissent sur les eaux
Mille bateaux légers pareils à des oiseaux!Hélas! Que ne puis-je te suivre
Vers ce pays lointain d’où le sort m’exila!
C’est là! c’est là que je voudrais vivre,
Aimer, aimer et mourir!