La publicación de Aceitunas con pan [↑] del escritor turco Ömer Seyfettin (1884-1920) en traducción de Rafael Carpintero [↑] constituye una buena excusa para realizar un pequeño repaso histórico. Ayudará a contextualizar el relato y sirva quizá también para reflexionar sobre posibles lecciones de la historia.
A principios del siglo XX, el Imperio otomano llevaba décadas diagnosticado como el «enfermo de Europa». Parecía que por fin lograrían imponerse sobre él sus grandes rivales históricos, los imperios vecinos gobernados por los Habsburgo y los Románov, contra los cuales no había dejado de luchar incansablemente a lo largo de los siglos en los Balcanes y el Cáucaso. Nada más empezar la década de 1910, la salud del enfermo empeoró bastante con las derrotas en las guerras contra Italia en Libia (1911-1912) y contra Serbia, Montenegro, Grecia y Bulgaria en los Balcanes (1912-1913); en ellas perdió todas las posesiones tripolitanas y casi todas las balcánicas. Sin embargo, no fue ninguno de los dos enemigos multiseculares el que provocó el colapso final del doliente, sino que paradójicamente la causa o, al menos, el catalizador de su defunción fue la alianza con una potencia amiga, el Segundo Imperio alemán.
Los otomanos confiaron ciegamente en los alemanes, obnubilados por la eficacia y la disciplina de su ejército. Las relaciones entre los dos ejércitos imperiales habían empezado a estrecharse tras la derrota otomana contra Rusia en 1878, fecha a partir de la cual los alemanes se dedicaron a enviar asesores al ejército otomano y, a su vez, los oficiales otomanos empezaron a formarse en las academias alemanas. A pesar de que las simpatías de la Marina otomana se inclinaban por Gran Bretaña (su principal suministrador de barcos), la mayor parte del estamento militar y los Jóvenes Turcos, que dirigidos por Enver Bajá (antiguo agregado militar en Berlín) en 1908 se hicieron con las riendas del poder en la Sublime Puerta, albergaban profundas simpatías progermanas.
Cuando estalló la Gran Guerra en 1914, el Imperio otomano permaneció teóricamente neutral, pero en realidad había firmado una alianza secreta con los alemanes a principios de agosto. La neutralidad apenas se mantuvo tres meses. En buena medida, el abandono de la neutralidad se produjo como consecuencia de la huida con éxito de la persecución aliada del Goeben y el Breslau, un crucero de batalla y un crucero ligero que formaban la División Mediterránea de la Marina Imperial alemana. El inicio de las hostilidades hizo que ambos buques quedaran atrapados en el Mediterráneo; sin embargo, gracias a la pericia del vicealmirante Wilhelm Souchon, al mando del Goeben, los dos cruceros esquivaron las flotas británica y francesa, lograron llegar a los Dardanelos en la tarde del 10 de agosto y solicitaron a las autoridades otomanas permiso para entrar en el estrecho y anclar en Estambul, cosa que sucedió al día siguiente.
El resultante conflicto diplomático se resolvió de modo ingenioso: el 16 de agosto los dos barcos fueron oficialmente «transferidos» a la Marina otomana y rebautizados como Yavuz Sultan Selim y Midilli. La transferencia también incluyó las tripulaciones, que recibieron uniformes otomanos.
El episodio del Goeben y el Breslau precipitó la entrada del Imperio otomano en el conflicto. La medida de la confianza ciega depositada por la Sublime Puerta en los alemanes resulta patente en el hecho de que los otomanos acabaron poniendo a su ejército bajo mando alemán. El general Liman von Sanders, jefe de la misión militar ante el Imperio otomano, fue nombrado en septiembre de 1914 comandante en jefe de las fuerzas otomanas. Un año más tarde, el mariscal de campo Colmar von der Goltz, que había ayudado a reorganizar el ejército otomano tras 1878 y que en los primeros meses de guerra fue gobernador de Bélgica (y responsable de las represalias contra la población civil), recibió el mando de las fuerzas otomanas en Mesopotamia. En cuanto a Wilhelm Souchon, fue nombrado en septiembre de 1914 jefe de la Marina otomana.
Una vez bajo bandera turca, el Yavuz y el Midilli fueron utilizados a finales de octubre de 1914 para bombardear diversas posiciones rusas en el mar Negro, entre ellas las ciudades de Odesa y Sebastopol, con el objetivo de destruir la flota rusa. Como consecuencia de esa acción, en los primeros días de noviembre se sucedieron las declaraciones mutuas de guerra entre todos los contendientes. Por si eso fuera poco, unos días más tarde, el sultán Mehmed V proclamó la yihad contra las potencias de la Entente.
La hábil huida del Goeben y el Breslau acabó arrastrando el Imperio otomano al conflicto. Cuando éste concluyó, los cuatro emperadores aquí citados habían perdido el trono, cuando no la vida. Tres de los imperios dejaron de existir; y, aunque el otomano sobrevivió al fin de las hostilidades, también él sucumbió apenas unos años más tarde.
Winston Churchill, responsable en 1915 del desastroso desembarco aliado en Gallipolli (contra un ejército dirigido por el general Liman von Sanders), diría más tarde en relación con la infructuosa persecución británica del Goeben (y del Breslau) en los primeros días de la guerra:
A las seis de la mañana del 7 de agosto, el Goeben, el buque de guerra más rápido del Mediterráneo, navegaba sin obstáculos hacia los Dardanelos llevando consigo para los pueblos de Oriente y Oriente Próximo más matanzas, desgracias y estragos de los que había llevado nunca ningún barco.