La portada realizada por Marc Valls para nuestra edición de El tribunal de Eva Gore-Booth utiliza una fotografía de un grupo de objetores de conciencia británicos que pasó a ser conocido con el nombre de los «franceses de Harwich». Este grupo de objetores formó parte de un grupo mayor de cincuenta «franceses», objetores que se negaron a desempeñar cualquier tipo de tarea al servicio del esfuerzo de guerra. Considerados «absolutistas» (en oposición a los «alternativistas», que aceptaban realizar algún tipo de prestación), fueron enrolados a la fuerza en un cuerpo no combatiente y enviados a Francia en mayo de 1916. El contingente «francés» reunió detenidos procedentes del castillo de Richmond (los Dieciséis de Richmond), Abergele y Seaford, además de los procedentes de Harwich. Tras su paso por Francia, los objetores fueron enviados a diversos campos de trabajo. Uno de esos campos era una cantera de granito situada a pocos kilómetros de Aberdeen (Escocia), Dyce Camp. Allí fue tomada la foto en la que aparecen quince de ellos.
La siguiente cita, que pertenece al libro Elusive Dove: The Search for Peace During World War I de Neil Hollander, narra de modo esquemático su peripecia.
Un grupo de diecisiete objetores de conciencia fue alistado a la fuerza en un Cuerpo No Combatiente y luego encerrado en celdas de castigo en una cárcel de la época napoleónica en Harwich. Uno de ellos describió las condiciones de su detención del siguiente modo: «[Las celdas están] en una oscuridad completa, empapadas de agua e infestadas de ratas […] tres días sin comida. Fue imposible dormir. Los guardias no dejaban de gritarnos que no tardaríamos en criar malvas, así que no nos sorprendió oír que nos enviaban a Francia, cargados de grilletes. Se nos ordenó hacer el testamento, pero los diecisiete nos negamos».
Cuando el tren en el que fueron encerrados pasaba por Londres, uno de los objetores logró arrojar una nota por la ventanilla. La recogió un ferroviario solidario y alertó a la Asociación Anticonscripción. El grupo pasó a ser conocido como los «franceses de Harwich»; los enviaron a campos de castigo. Todos los días les ataban los brazos a algunos de ellos a una especie de crucifijo. Más tarde los ataron y arrojaron de cara sobre una alambrada de púas. Luego los esposaron y encerraron a todos en una jaula de madera durante un mes. Al final los hicieron comparecer ante un tribunal militar y se les dictó una sentencia de muerte ante miles de soldados en formación. La sentencia se les conmutó en el último momento. Fueron enviados a campos de trabajo. El último objetor acabó por ser liberado en agosto de 1919, más de medio año después del final de las hostilidades.
Una vez acabado el conflicto George Bernard Shaw comentó que, «planteada la cuestión únicamente en términos de valentía, el objetor fue el héroe de la guerra».
El campo de trabajo de Dyce se creó en agosto de 1916. Alojó a unos 250 objetores de conciencia obligados a picar piedra para las carreteras de la zona. Estuvo abierto unas diez semanas. Se cerró a finales de octubre, tras la muerte de Walter Roberts, el primer objetor británico en morir como consecuencia de las duras condiciones del encarcelamiento.
En el lugar ocupado antaño por el campo existe hoy un no lugar, el aparcamiento para largas estancias del aeropuerto de Aberdeen.