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David Paradela, traductor de «El miedo» de Federico de Roberto (entrevista)

Entrevista a David Paradela, traductor de El miedo, realizada en el marco del proyecto de investigación Digital Translations in the Making: Hong Kong Contemporary Fiction in Spanish financiado por el Comité de Becas Universitarias de Hong Kong. En dicho proyecto participan Maialen Marin-Lacarta (Hong Kong Baptist University), Mireia Vargas-Urpi (Universitat Pompeu Fabra) e Iris Capilla Campomar (Hong Kong Baptist University). La entrevista se hizo en persona en mayo del 2016.

David Paradela López

David Paradela López nació en Barcelona en 1981. Estudió Traducción e Interpretación en la Universidad Autónoma de Barcelona y la Universidad de Bolonia, y Teoría de la Literatura en la Universidad de Barcelona. Ha traducido más de sesenta libros del inglés y del italiano, entre los que destacan La gran novela americana de Philip Roth y autores como Andrea Camilleri y Curzio Malaparte. Además, ha sido colaborador de la revista El Trujamán del Instituto Cervantes y creó el blog Malapartiana dedicado a la Traducción Literaria.

 

Háblanos de tu experiencia, ¿cómo empezaste en el mundo de la traducción?

Estudié Traducción pensando que uno únicamente podía dedicarse a la traducción editorial, que es desde el principio lo que quería hacer. Tuve la suerte de que cuando terminé la carrera, me llamó Gabriel López Guix para decirme que en Ediciones B necesitaban a alguien para traducir un libro y que, si estaba dispuesto a trabajar ese verano haciéndolo, era una buena manera de empezar. Y lo acepté, me pasé el verano traduciendo y empecé a trabajar con Ediciones B en exclusiva, hice tres o cuatro libros con ellos y luego empecé a probar suerte con otras editoriales.

¿Para qué editoriales trabajas o has trabajado?

Empecé con editoriales grandes, tipo Ediciones B, y trabajé y sigo haciendo cosas para Grupo Planeta: Península, Crítica, Destino… pero hace tres o cuatro años, decidí que quería probar otro tipo de libros, otras maneras de trabajar y quise salirme un poco de los grandes grupos. Tuve la suerte de poder entrar en editoriales pequeñas tipo Gallo Nero, Alpha Decay, Contra… y ahora sobre todo trabajo con ellos. Así que he trabajado con unas quince editoriales de todo tipo: grandes y pequeñas.

¿Cómo empezó la colaboración con ¡Hjckrrh!?

En mi caso, surgió como algo entre amigos. Conozco desde hace muchos años a Gabriel, que había sido profesor mío; Robert Falcó, a quien conocí a través de Gabriel nada más terminar los estudios y a Javier Guerrero, la primera persona que me dio trabajo en Ediciones B; que son los tres que están involucrados en ¡Hjckrrh! y que querían hacer algo para aprovechar las posibilidades de libro electrónico y publicar de manera un poco al margen de editoriales al uso.

Así que cuando salió la ocasión, hace unos tres años, Gabriel, que quería publicar una serie de relatos traducidos sobre la Primera Guerra Mundial aprovechando el centenario, me preguntó si sabía de algún relato en italiano que pudiera valer la pena y se me ocurrió El miedo de Federico de Roberto, que precisamente había publicado en papel Gallo Nero —una de las editoriales con las que trabajo ahora—, cuya traducción me pareció que valía la pena volver a hacer. Además, estaba libre de derechos de autor, que era uno de los requisitos para publicar la traducción con ¡Hjckrrh! Se lo propuse a Gabriel, estuvo de acuerdo y lo sacamos adelante.

Y, aparte de la traducción, ¿también te encargaste de redactar el prólogo?

La idea del prólogo, aparte de contextualizar al autor y su obra, era también advertir al lector y explicar una cosa un poco extraña de la traducción. En el relato aparecen varios personajes de distintas partes de Italia que no hablan en italiano estándar, sino cada cual en su dialecto. En la traducción anterior se había traducido como si todos hablaran igual y yo le propuse a Gabriel experimentar e intentar reflejar esos dialectos en mi traducción, que se notara la distinta procedencia de cada personaje en su manera de hablar. Eso supone que el castellano en los diálogos es un poco peculiar. Así que el prólogo sirvió para justificar ese uso del lenguaje un tanto especial.

¿Entonces esta traducción te apeteció por el hecho de poder experimentar?

Sí, era la ocasión ideal para probar cosas que quizá te costaría proponer a un editor con el que tienes sólo una relación comercial. El editor normal pone dinero en juego para publicar un libro, así que no es fácil convencerle de que haga ciertos experimentos con su producto porque tendrá miedo de que sea mal recibido y no se venda. Entonces, este fue el campo de pruebas perfecto para hacer algo distinto. En castellano no hay mucha tradición de traducir las variantes dialectales de manera especial y, bueno, lo intentamos.

¿Qué destacarías del proceso de traducción y revisión?

También fue un poco peculiar, como el resto del proyecto. Generalmente cuando trabajas con un editor comercial, te mandan el texto del encargo, lo traduces y lo revisas por tu cuenta —si te quedan dudas y tienes una persona de confianza, le dejas mirar una parte o más o menos larga—, y finalmente lo mandas.

En el caso de ¡Hjckrrh!, el texto fue adelante y atrás entre Gabriel y yo. Le mandé una versión, la leyó, hizo sus comentarios, cambié cosas; luego lo leyó Celia Filipetto, también propuso cosas, lo volvimos a cambiar; lo leyó Soledad Galilea, que también marcó puntos que volvimos a revisar. Así que el texto fue adelante y atrás muchas veces. Entonces fue algo muy colaborativo, te sentías más acompañado.

¿Y entonces, en las editoriales grandes y en las pequeñas pasa algo parecido?

En editoriales grandes no se me ha presentado el caso; en editoriales pequeñas, sí. Por ejemplo, con Gallo Nero publiqué un librito de Andrea Camilleri que en castellano se ha titulado Gotas de Sicilia. Son varios textitos donde también se mezclan italiano estándar e italiano dialectal y pensé que valía la pena traducir uno de ellos de una manera más experimental y la editora estuvo acuerdo. Y lo hice, siguiendo una estrategia distinta de lo que hicimos con ¡Hjckrrh!, pero lo hice, se lo presenté y le gustó mucho; su corrector lo aceptó también estupendamente y salió muy bien. Incluso las reseñas que han salido en prensa lo destacan positivamente, parece que lo valoran.

Y con Contra, traduje un libro de Philip Roth, donde hay también mucha experimentación. Es un libro muy centrado en el mundo del béisbol, con lo cual hay mucho vocabulario específico que en una editorial más grande quizá habrían obligado a traducir en un castellano peninsular. Dejé muchas cosas en inglés y en castellano americano, que es el castellano que tiene vocabulario para hablar de béisbol, porque es un deporte muy caribeño. Pero, claro, no es un léxico que un lector español de la Península entienda, porque desconoce el deporte. Y propuse hacer esa pequeña mezcla entre inglés y español americano y me lo aceptaron y creo que salió muy bien.

Parece que tienes una relación relativamente estrecha con ciertas editoriales.

Sí, es lo que me gusta a mí de las editoriales pequeñas. Tanto con Alpha Decay, como con Gallo Nero y con Contra la relación ha sido mucho más personal. De poder hablar de tú a tú, de proponer cosas y de que ellos efectivamente se lo piensen y te respondan y se fíen de tu criterio. Digamos que está más claro que quien va a pasar más rato con el libro va a ser el traductor y se fían de tu criterio si ven que se lo razonas bien.

Entonces, comparando la experiencia con ¡Hjckrrh! y con otras editoriales, ¿veríamos puntos en común?

Sí, se parece un poco. ¡Hjckrrh! lleva al extremo lo de trabajar con un editor pequeño, lo del trato más personal, lo de discutir pequeños detalles del libro más allá de la pura corrección de estilo, que es lo único que puedes discutir con un editor normal con el que te quedas en cuestiones de normativa, pero no entras en cuestiones literarias. Con un editor pequeño sí que entras más en cuestiones literarias y en el caso de ¡Hjckrrh! eso se lleva muy al extremo, quizá también fomentado por el hecho de que Gabriel y yo nos vemos todas las semanas en la Universidad, lo que da pie a ir haciendo un seguimiento de las dudas y del proceso.

¿Y cómo fueron los plazos de entrega?

Aunque no haya una fecha límite en el sentido oficial, para obligarse a trabajar conviene tener más o menos en la cabeza una fecha en la que quieres terminar. Yo, como lo estaba haciendo a ratitos libres, tenía como fecha límite el momento en el que sabía que tenía que empezar a trabajar en un libro nuevo; quería tener terminado lo de ¡Hjckrrh! antes de entonces. No recuerdo que hubiera una fecha rígida.

¿Cómo decidisteis el diseño de la portada?

La imagen, si no recuerdo mal, la encontró Gabriel y quien la trabajó para acabar de hacer la portada fue el diseñador, Marc Valls.

¿Tú aportaste alguna idea?

No, no recuerdo haberles dado ideas. La imagen es un soldado de la Primera Guerra Mundial en unas montañas del frente italiano, que no es exactamente el mismo frente donde ocurre la acción del libro, pero vaya, es como la montaña de al lado. Cuando vi la imagen y supe la historia de la foto, enseguida me pareció que tenía que ser ésa, que no íbamos a encontrar otra imagen que por la estética y por la historia encajara tan bien con el contenido del libro.

Y, una vez ya publicada la traducción y subida a las plataformas de descarga, ¿te implicaste de algún modo en su difusión?

Sí, más o menos. Hace como diez años, empecé un blog sobre literatura y traducción y, relacionado con ese blog, tenía un perfil de Facebook semiprofesional. El blog quedó abandonado en 2014, pero el perfil de Facebook sigue activo y cuando se publica una traducción mía o aparecen críticas en prensa lo voy poniendo en Facebook y en Twitter. A parte, cada vez que ¡Hjckrrh! saca algún libro nuevo o publica alguna noticia más o menos relacionada con lo que hacen ellos, también trato de hacer difusión por ahí.

Es un granito de arena, además tienes muchos seguidores, ¿no?

Bueno, en Twitter hay infinidad de traductores que tienen muchísimos más seguidores que yo, pero también es verdad que quizá el contenido lo han orientado más a tener seguidores. Yo no lo oriento a tener seguidores, sino a hacer un poco de difusión de las cosas que me interesan, no necesariamente relacionadas con el mundo de la traducción, o no exclusivamente. Así que creo que tengo los seguidores que son esperables para el tipo de cosas que publico, no confío en que las cosas que divulgo le interesen a más gente de a la que le interesan ahora.

¿Te planteas volver a colaborar con ¡Hjckrrh! en el futuro?

Sí, de hecho, más o menos en esa época, empecé a trabajar otro texto que estaba libre de derechos de un autor italiano, aunque no tiene nada que ver con la Primera Guerra Mundial, sería como una cosa aparte.

Es un texto ambientado en la antigua Grecia y habla mucho de filosofía antigua; lo tengo medio traducido y está anotado para que se vean las referencias antiguas. Hace poco le propuse a una compañera, que es experta en eso, que hiciera un prólogo y revisara las notas. Me haría ilusión que se publicara en papel, lo ideal sería combinar una edición en papel con un editor que esté dispuesto a aceptar que la edición electrónica la saque ¡Hjckrrh!, si puede ser. No sé si va a ser fácil, pero ya veremos, está muy en el aire todavía.

¿A menudo propones textos a las editoriales?

No, he propuesto en tres o cuatro ocasiones y nunca ha acabado cuajando. De hecho, me da bastante rabia porque hay proyectos que he propuesto que han acabado publicándose en otras editoriales, lo que demuestra que eran ideas sólidas. Y otros que no llegué ni siquiera a proponer, pero se me habían pasado por la cabeza y también han llegado a publicarse, y dices «qué lástima no haberlo propuesto».

¡Hjckrrh! ha sido la única vez, donde una propuesta acabó saliendo adelante, pero en proyectos comerciales, no.