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Fernando Toda, traductor de «El guardavía» de Charles Dickens (entrevista)

Entrevista a Fernando Toda, traductor de El guardavía, realizada en el marco del proyecto de investigación Digital Translations in the Making: Hong Kong Contemporary Fiction in Spanish financiado por el Comité de Becas Universitarias de Hong Kong. En dicho proyecto participan Maialen Marin-Lacarta (Hong Kong Baptist University), Mireia Vargas-Urpi (Universitat Pompeu Fabra) e Iris Capilla Campomar (Hong Kong Baptist University). La entrevista se realizó por videoconferencia en mayo del 2016.

 

Fernando Toda Iglesia nació en Porto Alegre (Brasil) en 1955. Es catedrático de la Universidad de Salamanca, donde imparte clases de Lengua Inglesa, Traducción de textos de literatura y humanidades y Traducción Audiovisual. Anteriormente, fue profesor de la Facultad de Filología de la Universidad de Sevilla, donde enseñó Lengua Inglesa, Historia de la Lengua Inglesa, Inglés Antiguo y Dialectología del Inglés.

 

¿Cómo empezaste en el mundo de la traducción?

Porque me gustaba traducir, y tenía el antecedente de que mi abuelo Eduardo Toda Valcárcel había traducido bastante (también a Dickens, por eso lo menciono en mi prólogo para El guardavía). Yo había vivido muchos años en Estados Unidos y había ido al colegio en Inglaterra y luego vine a España e hice Filología Inglesa en Salamanca. Cuando acabé la carrera escribí cartas (a mano, como se hacía en aquellos tiempos) a varias editoriales diciendo que me interesaría traducir libros de Literatura y de Humanidades. Entonces me llegó un encargo de Cátedra para un manual de Historia del Arte en un verano que se les habían ido los traductores que habitualmente trabajaban para ellos. Hice eso y, a partir de ahí, he ido traduciendo varios textos a lo largo del tiempo.

Siempre he dicho que no soy un traductor profesional, sino más bien un profesor que traduce. Llevaba más de quince años en Sevilla cuando abrieron la Facultad de Traducción de Salamanca y me ofrecieron venir aquí de profesor de Traducción.

Ya entonces había traducido para Ediciones Cátedra, y había tenido un proyecto de traducción subvencionado por el Ministerio de Cultura: el poema The Bruce, de John Barbour, del que suelo decir que es «la continuación de Braveheart». Es un poema épico (de más de 13.000 versos) del siglo XIV sobre cómo Robert the Bruce reconquista la independencia para Escocia y, como yo daba Historia de la Lengua Inglesa y había hecho una tesis sobre el dialecto escocés en la obra de Walter Scott, me empecé a interesar por el escocés medieval. Después, emprendí ese proyecto, y andaba en eso cuando me ofrecieron venir aquí.

Has mencionado Cátedra, ¿para qué otras editoriales has traducido?

He traducido para Cátedra (El corazón de Midlothian, de Scott y Exiliados, de James Joyce), y para Alhambra Universidad (el manual de Literatura inglesa de Anthony Burgess). Para Nortesur traduje un relato de Edith Wharton en 2009. La Universidad de Málaga, en una colección que se llama Clásicos Universidad de Málaga en la que se publican textos que no han sido traducidos antes, me publicó un ensayo político-económico de Walter Scott (The Letters of Malachi Malagrowther) que yo subtitulé Defensa de la nación escocesa porque en realidad viene a ser eso. La Universidad de Sevilla me publicó dos relatos de Scott en 1991. Luego, para Akal he hecho dos libros de tecnología para la ESO; esos los tradujimos al inglés mi colega Daniel Linder y yo. Disfruté mucho traduciendo Cartero de un autor estadounidense actual, J. Robert Lennon, que publicó Tropismos en 2005. Y acabo de publicar la traducción de una selección de las Vidas Breves de John Aubrey, de finales del siglo XVII, en La Uña Rota (2016).

Entonces ha habido tanto encargos como propuestas, ¿no? Un poco de todo.

Exacto, ha habido propuestas y encargos. Por ejemplo, encargos fueron El corazón de Mid-Lothian y Exiliados y el manual de Literatura Inglesa. La gesta de Roberto de Bruce fue una propuesta mía (al Ministerio de Cultura) y yo propuse la Defensa de la nación escocesa a la Universidad de Málaga. El guardavía fue una «propuesta-encargo» de ¡Hjckrrh!

¿Cómo empezaste exactamente tu colaboración con ¡Hjckrrh!?

Conocí a Juan Gabriel López Guix, uno de los impulsores de ¡Hjckrrh!, en una época en la que yo iba a menudo a la Autónoma de Barcelona (él es profesor titular allí) y nos hicimos amigos. Y entonces me sugirió traducir un cuento para la colección e hicimos este, que tiene la peculiaridad de que es una retraducción porque es un cuento que se ha traducido muchas veces. La idea original era que saliera en 2012, que era el bicentenario del nacimiento de Dickens, pero acabó saliendo en 2013 porque por unas cosas y otras se retrasó.

¿Y qué recuerdas de la traducción? ¿Cómo la viviste?

Pues, al ser una retraducción yo no miré las que ha habido antes, que es lo que procuro hacer. Me pasó con Exiles, de Joyce, de la que había ya dos traducciones. Tiene dos actos y me acuerdo que cuando acabé el primero, iba señalando mis dudas y sólo entonces miraba en las otras dos traducciones. Luego acabé viendo —y después ha habido un artículo publicado sobre eso— que la versión española en realidad era una «traducción» de una primera versión argentina. Es decir, la habían adaptado un poco, le habían cambiado algunos usos para que sonaran más a español peninsular; básicamente era un plagio, y yo quería evitar que pudieran decir lo mismo de El guardavía. Me acuerdo una vez que mirando cómo traducir una expresión, pensé: «A ver si esto se dice así en español…». La puse en el buscador, y me llevó directamente a una versión de The Signal Man en Google Books y entonces decidí que no quería seguir mirando.

Una cosa que tengo tendencia a hacer, entre otras cosas porque soy profesor y me gusta enseñárselo a los alumnos, es una primera versión en la que voy marcando en amarillo las dudas. Cuando estás traduciendo y tienes una duda, si coges un buen ritmo de traducción, no merece la pena estar parando cada momento a comprobarlo todo; o por lo menos a mí no. Tiendo a traducir «del tirón», mirando el diccionario lo mínimo imprescindible, y entonces me pongo notas para mí mismo. Lo dejo así señalado y la siguiente vez hago otro repaso. Normalmente, en los encargos los traductores corrigen sobre el mismo documento, pero yo los voy cambiando de nombre (The Signal Man_1, The Signal Man_2) para mantener las versiones anteriores y poder enseñarlas en clase. Y luego en ésta, además, hubo una versión final con revisión de estilo de Gabriel.

¿Cómo fue la entrega? ¿Hubo un plazo de entrega estricto?

Pues no me acuerdo exactamente cómo eran los plazos, sé que tardó mucho más en publicarse de lo que se había acordado. En principio la entrega era para el final de junio del 2011 —no me acuerdo cuándo habíamos empezado a hablar de esto, pero creo que fue a principios de 2011— y yo la mandé el 8 de julio de 2011. O sea, que la entrega la hice casi en el plazo (ya había avisado) pero luego tardó más en publicarse de lo previsto.

Sí, al parecer hubo algunos problemas de derechos porque había otras traducciones anteriores.

Sí, sí, no me acuerdo con detalle, pero sé que hubo problemas precisamente por eso. Y desde luego es la primera y única traducción que tengo hecha que esté sólo en formato electrónico.

¿Recuerdas cómo fue la elección de la portada? ¿Tuviste algo que ver?

En absoluto; fue decisión de ellos. Y también la decisión de titularlo El guardavía en lugar de El guardavías como había puesto yo inicialmente

Te pidieron que redactaras un prólogo, ¿no?

Sí, aprovechando que era el año del centenario, citaba artículos que se habían escrito ese año mostrando cómo Dickens seguía estando de actualidad, y yo citaba una sección especial que hubo en el suplemento de ABC. También hice una muy breve alusión al hecho de que había intentado mantener las oraciones largas y complejas, los cultismos, es decir, el estilo del cuento, que además a veces tiene una mezcla de estilo directo e indirecto. Y, como he dicho, le puse «A la memoria de Eduardo Toda Valcárcel, traductor de Little Dorrit» porque mi abuelo paterno había traducido esa obra de Dickens.

Y sobre el proceso de revisión, ¿qué me puedes contar? Has dicho que Gabriel hizo una revisión de estilo.

Con cualquier traducción suelo hacer una versión en la que dejo muchas partes marcadas en amarillo. Luego, en una segunda fase, vuelvo sobre ello y todas las partes que me he señalado, y entonces, sí que me paro, lo busco en los diccionarios, en Google, en Internet… y voy haciendo la versión definitiva, y repasando el estilo. En este caso la que ya era mi versión definitiva tuvo una nueva lectura, como en otras editoriales te las revisa un corrector de estilo.

En la página web de la editorial también hay una breve sinopsis del libro y una biografía del autor. ¿Eso fue cosa de ¡Hjckrrh! o tú escribiste algo?

No, para esa parte no. Yo escribí el prólogo, pero no hice la sinopsis ni participé en todo lo que está en la página de ¡Hjckrrh! A mí la portada, la verdad, no sé si me acaba de convencer; el tipo de dibujo me parece poco dickensiano.

¿Cómo compararías la experiencia de trabajar con ¡Hjckrrh! y con otras editoriales? ¿Hay alguna diferencia?

Pues sí, porque al ser amigos, resulta más cómodo. Con Gabriel me llevo muy bien y le podía escribir y preguntar de todo. En ese sentido, mejor que otras experiencias que he tenido con otras editoriales. En Cátedra, por ejemplo, en Exiliados, me acuerdo de que me hicieron una corrección que cambiaba el sentido, y eso sólo lo vi cuando sacaron el libro, porque fue en las segundas pruebas, que ya no vi. Y al propio prologuista, que era un compañero mío de entonces en la Universidad de Sevilla, también le habían cambiado dos o tres cosas sin consultárselo. En cambio, la editorial Tropismos en Salamanca era muy buena. Tenían una editora que se sentaba contigo y se tiraba tres horas para discutir cambios y sugerencias. En ese sentido, es parecido a lo que hicimos en este caso por correo electrónico.

 

 

 

Nota de ¡Hjckrrh!: La incidencia con los derechos mencionada por Fernando Toda consistió en que Amazon detectó una coincidencia entre el título del cuento traducido por Fernando Toda y el de una recopilación de cuentos de Dickens realizada por otro traductor y publicada por Valdemar. Dicha editorial había emitido una queja con anterioridad ante la plataforma de venta porque algunos de sus libros se subían de modo no autorizado y se vendían bajo otro sello. Amazon detectó la coincidencia de los títulos y no quiso aceptar la traducción de Fernando Toda hasta que no obtuvo garantías por parte de Valdemar de que no se trataba de un material sobre el que tuvieran derechos.