Entrevista a Laura Manero, traductora de Incidente en el lago Lemán, realizada en el marco del proyecto de investigación Digital Translations in the Making: Hong Kong Contemporary Fiction in Spanish financiado por el Comité de Becas Universitarias de Hong Kong. En dicho proyecto participan Maialen Marin-Lacarta (Hong Kong Baptist University), Mireia Vargas-Urpi (Universitat Pompeu Fabra) e Iris Capilla Campomar (Hong Kong Baptist University). La entrevista se hizo en persona en mayo del 2016.
Laura Manero Jiménez nació en Tarragona en 1976. Traductora de inglés y alemán, ha vertido al castellano a autores como Ken Follett, Stephen King, Juli Zeh, Albert Einstein, Robert Fisk, Arthur Conan Doyle y R. K. Narayan. Fue profesora asociada de Traducción inglés-castellano en la Facultad de Traducción e Interpretación de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona desde 2009 hasta 2013 y en la actualidad traduce tanto individualmente como dentro del colectivo de traductoras Anuvela, fundado en 2001. Twitter: @ManeAnuvela.
¿Cómo empezaste en el mundo de la traducción?
Estudié Traducción e Interpretación en la Autónoma de Barcelona. Hacia el final de la carrera cursé una asignatura de Traducción Literaria y continué al año siguiente con un posgrado en Traducción Literaria. A partir de ahí, empecé a asistir también a encuentros de traductores noveles, a jornadas de traducción literaria y fui conociendo a gente que me introdujo un poco en el mundillo de las editoriales. Al principio trabajé en Ediciones B, sobre todo, y luego fui ampliando la cartera de clientes.
Así que ahora, básicamente, soy traductora editorial. Hace más de quince años que trabajo habitualmente traduciendo libros de ficción y no ficción; en los inicios más no ficción, con el tiempo ya casi siempre novelas. Esporádicamente hago alguna traducción de agencia, pero el 98% de mis ingresos provienen de traducciones de libros para editoriales.
¿Y de qué lenguas traduces?
Aunque el inglés era mi lengua principal, casi todo lo que traduzco en la actualidad es del alemán.
¿Porque hay más demanda o porque te gusta más?
No es que lo haya buscado yo de una forma consciente, pero imagino que hay menos traductores de alemán. De inglés es más fácil encontrar traductores y de alemán simplemente somos menos, no por otra cosa. De todos modos, estoy contenta de haberme especializado en el alemán porque con ello se me ha abierto todo un ámbito que no esperaba que se convirtiera en mi campo principal de trabajo.
Entonces para ti la traducción literaria es algo totalmente vocacional, ¿no? Porque nada más terminar la licenciatura, hiciste ya un posgrado.
La verdad es que encontré la vocación a medida que estudiaba. Recuerdo que me gustaban los idiomas, pero no veía muy claro lo de hacer Filología y me matriculé en Traducción simplemente porque descubrí que existía gracias a una tía mía que, de hecho, era profesora de traducción. Con el paso de los años, en cuarto de carrera, vi que la traducción literaria era muy interesante, divertida, y que me aportaba muchas cosas, así que poco a poco me fui rodeando de un círculo de personas que participaban en talleres de traducción literaria y fui encontrando mi lugar en todo ese ambiente.
Antes has dicho que empezaste en Ediciones B, ¿con qué editoriales trabajas actualmente?
Digamos que ha ido por épocas. Empecé en Ediciones B, estuve trabajando también para Robin Books, he trabajado para Salamandra, para Editorial Casals —que publican sobre todo libros infantiles y juveniles—, con el grupo Planeta también estuve trabajando bastante durante una temporada y, ahora, sobre todo para Penguin Random House y Maeva.
¿Qué tipo de libros suelen encargarte? ¿Te has especializado en algún género en concreto?
Lo que más traduzco es novela negra y thriller. No es algo que yo haya buscado, pero llega mucho thriller, mucha novela de género desde Alemania. No era especialmente aficionada a este tipo de libros, pero la verdad es que cada vez me gustan más; no sé si es que le voy cogiendo el gusto en plan síndrome de Estocolmo.
¿Y cómo empezó la colaboración con ¡Hjckrrh!?
Todo empezó por conocer a Gabriel López Guix, que había sido profesor mío en la Universidad Autónoma de Barcelona y con quien he mantenido el contacto todos estos años. De hecho, él es quizás el culpable de que yo y muchos otros nos dediquemos a la traducción literaria, porque era quien impartía, y sigue impartiendo, las asignaturas de Traducción Literaria en la Autónoma de Barcelona.
Además, es una persona que tiene miles de ideas, siempre ha buscado proyectos fuera de la universidad para fomentar el gusto por la traducción literaria, siempre intenta encontrar gente que participe, que lo acompañe, que lo ayude y que colabore con él.
Hace unos años, creó ¡Hjckrrh! junto a Javier Guerrero y Robert Falcó, y más adelante, con motivo del centenario de la primera guerra mundial, empezó a seleccionar cuentos relacionados con la Gran Guerra para publicar una especie de colección de traducciones. Buscó a gente que estuviera dispuesta a colaborar y a mí me propuso un par de relatos Stefan Zweig. Me los leí y a partir de ahí acabó saliendo este proyecto en concreto.
O sea, él te propuso la colaboración y los dos títulos.
Sí, pero también me dio libertad, me dijo: «Me gustaría hacer algo de Zweig. Tengo estos dos cuentos, pero si tú tienes algún otro que te guste o encuentras otro que te parezca interesante, adelante».
Al principio creí que me decantaría por el más largo, pero me di cuenta de que el segundo me decía mucho más, y fue el que acabé traduciendo. Incidente en el lago Lemán contiene detalles muy curiosos, es más cortito pero tiene más chicha y numerosos paralelismos con la vida del propio Zweig.
¿Y qué te motivó a decir que sí en este proyecto?
Por un lado, la relación personal; no es lo mismo que te lo pida alguien a quien no conoces, o que te lo pida alguien a quien conoces de hace años y a quien aprecias. Es una persona que contagia mucho el entusiasmo y, como él se mete en los proyectos hasta las trancas, nos arrastra mucho a los demás.
Por otro lado, también me dieron mucha libertad y margen. No había un plazo de entrega fijado y se trataba de un texto muy cortito. O sea que, sí, te va a suponer una carga de trabajo, pero lo puedes ir haciendo a ratos. Y si al final no encuentras el tiempo, no pasa nada. Es una contribución al proyecto de ¡Hjckrrh! O te entusiasma y lo haces por afinidad personal y la calidad de su propuesta, o no lo haces.
A diferencia de otros relatos de la serie de la Gran Guerra, el de Zweig parece que estaba sujeto a derechos ¿Es así? ¿Quién los gestionó?
Creo que los gestionó Gabriel. Hay que tener muchas cosas en cuenta, de hecho: como existen diferentes leyes (según el país en el que estás tú, según el país del que es el autor, etcétera), existen también diferentes plazos que determinan cuándo quedan las obras libres de derechos de autor. Los derechos de publicación en castellano de este relato en concreto los tenían en Acantilado, que ha publicado en papel muchas obras de Zweig. Sé que se los contactó para preguntarles si no les importaba que hiciéramos una edición digital propia. Fueron muy amables y nos dijeron que no había ningún problema. Nuestro agradecimiento consta en los créditos del libro.
No participé en esa gestión. Mi colaboración consistió única y exclusivamente en la traducción y el epílogo.
¿Te pidieron el epílogo que acompaña la traducción?
Sí, porque mientras iba traduciendo, iba encontrando toda la historia real que hay detrás del relato, y Gabriel me dijo: «No estaría nada mal que conservaras toda esa información y que escribieras algo con todo este de cúmulo de cosas interesantes que has encontrado. Lo que quieras, pero que no se pierda».
Preferí que fuera un epílogo porque, como existen muchos paralelismos entre la vida de Zweig y el cuento, si lo poníamos al principio corríamos el riesgo de destripar la historia. Me parecía bonito poder leer el cuento sin ideas preconcebidas, que te provocara las sensaciones o las impresiones que te tuviera que provocar y luego hacer la reflexión al final.
Nos has contado que la traducción fue un proceso largo y con muchas interacciones. ¿Cómo la compararías con otras experiencias editoriales que has tenido?
Fue un proceso completamente diferente a cuando te llaman de una editorial y te dicen: «Tengo este libro y necesito la traducción para tal día, ¿puedes encargarte?». Según mi experiencia, en el caso de ¡Hjckrrh! Gabriel tiene la idea, piensa quién sería la persona más adecuada para llevarla a cabo y se pone en contacto con ella. Lo propone y a partir de ahí, dice: «Ésta es la idea que he tenido yo, pero si tú tienes alguna otra o quieres hacerlo de otra manera, lo hablamos».
El funcionamiento de las grandes editoriales, como es natural, resulta mucho más empresarial. El producto es el mismo, pero la forma de trabajar es completamente diferente, el proceso está mucho más prefijado, por así decir. Cuanto más pequeña es una editorial, en cambio, más contacto personal puedes tener con el editor de mesa, con los correctores…, y se establece más diálogo. Por lo general, te permiten participar más en el proceso.
Como ¡Hjckrrh! es un proyecto muy personal, te dan completa flexibilidad y no están para nada cerrados a que tú hagas propuestas: desde la selección de los textos hasta los plazos de entrega, que no consisten ni mucho menos en una fecha fijada e inamovible. Por otro lado, el hecho de poder ir comentando lo que vas descubriendo, lo que vas encontrando a medida que te documentas, también te hace cambiar de idea respecto al enfoque que le vas dando a la traducción. Es algo muy dinámico, resulta una gozada trabajar así.
Dicho esto, entiendo que no se pueda trabajar de esta manera en las grandes editoriales, porque todo sería muy incierto y nunca sabrían cuándo van a poder publicar los libros. Sólo se puede hacer de esta forma más relajada en un proyecto del que realmente no dependen los sueldos de muchas personas.
¿El hecho de que ya supieras que el libro no iba a salir en papel cambia de algún modo la forma de trabajar?
En este caso creo que no. La traducción en sí no exigía ningún cambio respecto a si hubiera sido una edición en papel.
Hubo revisión de tu traducción, ¿verdad?
Sí, lo revisaron tanto Gabriel como Javier Guerrero. Primero le pasé el texto a Gabriel, y ahí empezaron las correcciones más de estilo, digamos. Hicimos, creo, dos o tres intercambios del archivo: Gabriel me devolvía el texto con comentarios de Word y luego lo hablábamos por teléfono. Finalmente, Javier Guerrero realizó la revisión más técnica. En este caso, como sólo eran nueve o diez páginas, nos resultó muy fácil comentarlo casi línea a línea, que es algo que normalmente no se puede hacer.
¿Una revisión tan exhaustiva solo la habías vivido de modo parecido con editoriales pequeñas?
De hecho, creo que tanta revisión no la había hecho nunca. Al trabajar para editoriales pequeñas sí es habitual que te envíen la corrección de estilo, e incluso que te pongan en contacto directo con el corrector para que te pueda preguntar por qué has tomado ciertas decisiones y se establezca un diálogo. La corrección ortotipográfica, la final, también me la suelen ofrecer, pero la verdad es que sólo la repaso si en ese momento voy bien de tiempo. En editoriales grandes, la cuestión de los plazos suele ser más apretada, así que es frecuente que te digan: «Te pasamos las correcciones para que las veas, pero, a menos que encuentres algo muy grave, no habrá tiempo de cambiar nada, ya estará en imprenta». Es decir, ves los cambios que ha habido, pero muchas veces no puedes intervenir.
¿Quién decidió el diseño de la portada?
Encontramos en Internet un mapa de la época que mostraba la ruta real de esas brigadas rusas que habían atravesado medio mundo, y en él podías ver el increíble viaje que había hecho el pobre campesino del relato, desde el lago Baikal hasta el lago Lemán. Y teniéndolo ambos en la pantalla mientras hablábamos por teléfono, Gabriel dijo: «Oye, pues estaría bien para la portada, ¿te gusta?». Él le pasó el material a Marc Valls, que es el diseñador y quien acabó de montar la portada. La verdad es que del resultado me gusta mucho que a simple vista pueda abarcarse la salvajada de kilómetros que tuvieron que recorrer.
¿Te ves colaborando de nuevo con ¡Hjckrrh! en el futuro?
Bueno, depende de lo que me propongan y del momento en el que me lo propongan. Creo que este tipo de proyectos son necesarios, porque, si no, sólo tendríamos libros de los grandes grupos editoriales (que está muy bien que existan, por supuesto, porque representan el gran negocio de la literatura, son el motor de la industria y hacen leer a muchísima gente), y con eso no basta. También es necesario que existan pequeñas editoriales y proyectos más personales que se sacan adelante con el empeño de gente y que son interesantísimos y mucho más peculiares.
Yo sé que no tengo la constancia, la perseverancia ni las grandes ideas para sacar adelante algo así, pero si hay gente que se embarca en estas aventuras y que tiene la fuerza para llevarlas a buen término, me parece una pena no colaborar en lo que uno pueda. Al revés, ¡ojalá sigan publicando y saquen adelante más cosas! Si en algún momento puedo volver a colaborar, ¿por qué no? Ya se verá.