Entrevista a Juan José Ciruela, traductor de La cabeza, realizada en el marco del proyecto de investigación Digital Translations in the Making: Hong Kong Contemporary Fiction in Spanish financiado por el Comité de Becas Universitarias de Hong Kong. En dicho proyecto participan Maialen Marin-Lacarta (Hong Kong Baptist University), Mireia Vargas-Urpi (Universitat Pompeu Fabra) e Iris Capilla Campomar (Hong Kong Baptist University). La entrevista se realizó por videoconferencia en julio del 2017.
Juan José Ciruela Alférez nació en Barcelona y es profesor de Lengua china, Traducción chino-español, Escritura china y Lingüística china, tanto en la Facultad de Filosofía y Letras como en la de Traducción e Interpretación de la Universidad de Granada. Su trayectoria como docente e investigador ha estado siempre orientada fundamentalmente a la enseñanza del chino como lengua extranjera y la lingüística aplicada a la enseñanza del chino.
¿Cómo empezaste en el mundo de la traducción?
En la universidad estudié Filología Hispánica. Sin embargo, también había estado estudiando chino fuera de la universidad y después de licenciarme me fui tres años a la Universidad de Pekín, donde completé mis estudios de sinología. Me quedé en China durante 15 años, doce de ellos trabajando en la embajada de España y mi labor como traductor empezó justamente en ese período, allá por 1990 o 1991. Durante los doce años que estuve en la embajada, mi trabajo consistía, entre otras cosas, en leer la prensa local y traducir los artículos al castellano; a veces traducía artículos enteros, a veces hacía un resumen de los artículos que a mí me parecían más importantes o más interesantes. Durante ese tiempo también traduje alguna cosa de literatura por mi cuenta y también recibí encargos desde España, como la traducción del libreto de una opereta china.
Con esto quiero decir que no me he dedicado a la traducción desde el principio y ni siquiera estudié Traducción, surgió por el camino. Realmente tampoco tengo una trayectoria muy larga como traductor. Desde que volví a España me he dedicado a la docencia en la universidad y aunque he traducido a Mo Yan (Trece pasos), a Dorothy Tse (La cabeza), un par de operetas chinas… no me dedico mucho a eso, a los profesores nos tienen empleados en otras labores.
¿Estas operetas que acabas de mencionar llegaron a representarse en español?
Verás, es una historia larga porque, en principio, esas dos operetas se iban a publicar dentro de una colección de textos de teatro planeada por la Universidad de Granada. La ópera está entregada, corregida y prácticamente maquetada, pero no hay fondos para publicarla. Así que no se han publicado todavía, pero están listas para hacerlo.
¿Y siempre has traducido de chino a español?
Sí, siempre.
Aparte de la traducción, tienes una larga trayectoria en la docencia del chino en la universidad, ¿verdad?
Sí, desde que volví a España, me he dedicado a la docencia del chino y mi investigación ha estado siempre orientada fundamentalmente a la enseñanza del chino como lengua extranjera y a la lingüística aplicada a la enseñanza del chino y de su escritura.
¿Y cómo surgió tu colaboración con ¡Hjckrrh!?
Me llegó a través de Maialen [Marin-Lacarta]. Había leído algunas de sus publicaciones y me parecían muy interesantes, y en el FEIAP (Foro Español de Investigación en Asia-Pacífico) que se celebró en Barcelona en 2016 por fin nos conocimos. Si no recuerdo mal, en ese momento me contó que estaba trabajando en un proyecto de investigación y que quizás me pediría que colaborara y, bueno, poco tiempo después me escribió para proponerme la traducción de La cabeza, de Doroty Tse.
¿Y qué te motivó a participar en el proyecto y aceptar este encargo de traducción?
Acepté principalmente por dos razones: la primera fue la persona, era un encargo que venía de Maialen, de quien tenía muy buenas referencias; y la segunda fue el hecho de que me apetecía mucho traducir algo porque desde Trece pasos de Mo Yan, que salió en 2015, no había vuelto a traducir nada. Así que acepté rápidamente. Para nosotros —los profesores— la traducción es una forma de visualizarnos como traductores, aunque realmente no vivimos de esto.
Por otra parte, en España sabemos muy poquito de la literatura de Hong Kong. Así que eso también fue un atractivo, me pareció muy interesante contribuir a que se sepa que en Hong Kong, además de mucho dinero y mucho negocio, también existe una vida literaria y cultural muy intensa.
¿Qué te ha parecido la experiencia de colaborar con una editorial un poco «especial», como ¡Hckrrh!?
Ha sido muy, muy positiva, al menos desde mi punto de vista. Por lo general, en una editorial de corte clásico cuando te pasan un encargo suele ser siempre la misma historia: «Hágalo usted por menos dinero», «Nos interesa tenerlo para ya», «No me ponga usted demasiadas traba»…
Este encargo, en cambio, en seguida me llamó la atención porque tenía cierta motivación añadida, por decirlo así. Era una traducción enmarcada dentro de un proyecto de investigación que me parecía muy interesante, con unas líneas claras y definidas, y que buscaba llegar a una serie de conclusiones. Además, no era un texto demasiado largo, que para los que estamos liados siempre con muchas cosas, comprometernos con un volumen de 200 o 500 páginas es muy complicado. Todas esas cosas hicieron que me gustara un poco más el encargo, que ya de por sí me parecía muy atractivo.
¿Recuerdas cómo fue la entrega? ¿Era flexible o tenías una fecha delimitada?
Los plazos siempre se acuerdan, pero tuve toda la flexibilidad del mundo; nos pusimos de acuerdo muy rápidamente. Habíamos quedado a finales de octubre, me parece recordar, pero me equivoqué de fecha y lo tuve listo para un mes antes y pensé: «Bueno, estupendo, lo vuelvo a revisar con más calma».
¿De dónde surgió la idea de traducir este relato en concreto, fue una propuesta de Maialen o lo sugeriste tú?
La propuesta vino por parte de Maialen. Aunque si hubiera sido otro cuento, lo habría traducido igual. Quiero decir, lo importante para mí era el proyecto: autores de Hong Kong, la intención de investigar el proceso de la traducción…, esas cosas me parecieron interesantes.
¿Conocías a Dorothy Tse antes de este encargo, habías leído algo suyo?
No. Desgraciadamente, aunque me encanta la literatura, existe un gran desconocimiento general sobre la literatura de Hong Kong. Cuando el tiempo me lo permite, procuro seguir más o menos la literatura y a los autores modernos y contemporáneos de China continental. Pero de Hong Kong y de Taiwán, por ejemplo, ni poetas, ni novelistas, ni ensayistas… hay una especie de agujero negro ahí. Ya se traduce poca literatura de la República Popular China en España, pero es que de Hong Kong no se traduce nada.
De hecho, La cabeza es la primera obra de literatura hongkonesa que se publica en España; eres pionero.
Estamos en lo cierto, pues. Y me parece que conviene mucho que se sepa que se ha publicado algo de literatura hongkonesa y hacer la difusión, por ejemplo, con nuestros alumnos, también. Llevar el libro a clase y enseñárselo y decir: «Mirad, acaba de salir esto, leedlo».
Hablemos del relato, La cabeza es un cuento surrealista. ¿Eso te supuso alguna dificultad a la hora de enfocar la traducción? ¿Recuerdas cómo fue el proceso de traducción?
Es verdad que es un relato muy peculiar, muy particular; al principio dices: «No entiendo nada; entiendo lo que estoy leyendo, pero no entiendo nada de lo que está pasando». Seguramente, los lectores en español también tendrán la misma sensación al principio y quizá lo tengan que releer también dos o tres veces para intentar ver qué es lo que ha querido decir la autora.
Con otro tipo de texto no lo habría hecho, pero éste me lo leí tres veces antes de empezar a traducir porque quería estar seguro —o por lo menos lo más seguro posible— de entender de qué iba, qué quería transmitir la autora en este caso; quería asegurarme de que no se me escapaba nada y, de alguna manera, imbuirme un poco del propio relato.
Cuando me encuentro con textos que presentan dificultades desde el punto de vista del contenido o la lengua, normalmente no empiezo a traducirlo de manera directa, sino que lo voy leyendo en chino y poco a poco intento ir tirando del hilo: «Esto ya me lo he leído dos o tres veces, ¿ahora cómo lo traduciría al español?». Al final, uno intenta traducir lo mejor posible. Yo, quizá porque soy más lingüista que traductor, pongo mucha intención y mucho interés en la cercanía al texto original; hay otros traductores que se retiran un poco más. Entre los traductores hay varias escuelas, pero en mi caso siempre traduzco de la misma manera: guardando toda la fidelidad posible al original.
¿El hecho de que el original esté escrito en chino tradicional, que es el juego de caracteres que se utiliza en Hong Kong, te supuso alguna dificultad adicional comparado a si hubiera estado escrito en chino simplificado (que se utiliza con la R. P. China)?
No, no supuso ningún problema. Mi especialidad es el chino moderno y todo lo que sintáctica, gramatical, léxicamente, etcétera, se ajuste a ese modelo de lengua me da igual que esté escrito con los caracteres simplificados o no. De hecho, cuando empecé a estudiar chino tenía un profesor de Taiwán y usaba los caracteres tradicionales, así que en realidad no me cuesta mucho trabajo leerlos.
Durante el proceso de revisión de La cabeza se cotejó tu traducción con el original en chino. ¿Sabes si la revisión de tus otras traducciones fue así de exhaustiva? ¿O solo se hizo una corrección de estilo?
No, evidentemente, no. Estoy bastante seguro de que en Kailas, la editorial que publicó Trece Pasos, no tenían a nadie que pudiera revisar con el original en chino al lado. Y, además, por los plazos con los que trabajaban era imposible que alguien pudiera cotejar toda la obra.
Una de las cosas por las que acepté aquel encargo de traducir a Mo Yan fue porque accedieron a mi condición de que las correcciones debían ser mínimas y siempre supervisadas por mí. Es decir, si un corrector de estilo quería cambiar alguna frase, debía avisarme para que yo me asegurara la propuesta del corrector se ajustara al original en chino; porque eso el corrector de estilo no lo podía saber. Digamos que mi compromiso de fidelidad con el texto original estaba por delante de cualquier veleidad del corrector, que a veces por quererlo poner muy bonito en español resulta que no es lo que dice en chino.
En cambio, en el caso de ¡Hjckrrh! el cotejo con el chino lo hicieron Maialen e Iris Capilla. ¿Llegaste a ver las galeradas?
Sí, si no recuerdo mal, me enviaron el texto revisado y me preguntaron si estaba de acuerdo con los cambios y me pareció todo correcto.
Por cierto, el hecho de que La cabeza se publique únicamente en formato digital y no impresa en papel, ¿te ha supuesto alguna diferencia como traductor?
No, yo enfoco la traducción de la misma manera.
De todos modos, y aunque soy muy amante del papel, creo que la publicación digital tiene algunas ventajas claras que son obvias: llega a todos sitios, todo mundo ya hoy lee también en digital… Entonces, en este caso más concreto, creo que el hecho de que sea un formato digital puede ayudar mucho a difundir a esta autora y eso me parece muy bien. A lo mejor en papel tiene su público también, pero en digital es más fácil de distribuir y también es más barato. El que quiere leer y el que quiere conocer no tiene excusa, no puede decir: «No, es que el libro es muy caro y lo he visto en la librería, pero no me lo puedo comprar», no. Si quieres, tienes acceso y relativamente fácil y barato. O sea, que no hay excusa para no leer.