Celia Filipetto, nuestra traductora de Berecche y la guerra [↑], ha sido galardonada con el XIX Premio de Traducción Ángel Crespo concedido por la Asociación Colegial de Escritores de Cataluña (ACEC). La obra premiada es su traducción del italiano al castellano de La niña perdida (Lumen), último volumen de la tetralogía napolitana de Elena Ferrante. A continuación, reproducimos el discurso pronunciado con ocasión de la recepción del premio, una ceremonia que tuvo lugar el 19 de diciembre del 2016 en el auditorio de la Filmoteca de Catalunya de Barcelona en el transcurso de la XXXI Nit de l’Edició organizada por el Gremi d’Editors de Catalunya:
Traducción-amiga-ferrante. Es el nombre del documento de Word que creé en mi ordenador hace cuatro años. Quién me iba a decir entonces al crearlo que me daría tantas satisfacciones.
Elena Ferrante es una escritora ausente, una ficción. No existe más que en la cabeza de quien la inventó. Pero vive en la casa de sus libros escritos en italiano y traducidos a varios idiomas. Se alimenta del ansia de contar que nos caracteriza.
Y yo, que no soy una ficción, que tengo nombre, apellido, cara visible y oficio de traductora, tuve la gran fortuna de que la Ferrante se cruzara en mi camino.
Fue cuando en Lumen me encargaron trasladar al castellano el relato monumental que esta escritora puso en pie para contarnos la historia de dos mujeres amigas, nacidas en la posguerra en un barrio pobre de Nápoles.
Una historia que abarca sesenta años y ocupa dos mil páginas repartidas en cuatro volúmenes, el último de los cuales, La niña perdida, me trae esta noche hasta aquí.
Traducir a Elena Ferrante, esa autora de ficción, me ha permitido, además, algo infrecuente en la vida de un traductor: hablar de mi trabajo con los lectores, conocer sus reacciones a mi traducción, sus interpretaciones del texto, comprobar en la práctica una de esas metáforas con las que se nos ha definido a los traductores: la metáfora del puente.
Me he sentido puente entre culturas, un puente levantado en Barcelona, que cruzó el Atlántico y llegó a la otra orilla, en un viaje de vuelta a mis orígenes geográficos.
Leer a la Ferrante es una experiencia que no deja indiferente. Traducirla tampoco. Les recomiendo vivamente su lectura.
Agradezco a todos su presencia. Al Gremi d’Editors de Catalunya, a ACEC por organizar el premio Ángel Crespo de Traducción. A los miembros del jurado por haberme concedido el de este año y a todo el equipo de Lumen.
Muchísimas gracias.